lunes, 2 de febrero de 2009

PRÓLOGO

El rock ya no asusta, no provoca, solamente divierte y divide, y divide en una forma bastante, pero bastante pobre. Las bandas ya no reciben esos naranjazos que les decían de que lado estaban; si eran hippies, psicobolches, metaleros o new Wavers. O peor aún: rockeros, floggers, emos, electrónicos o candomberos (¿?). Las empresas arman un súper festival, con super bandas; y así, a las marcas de gaseosas, teléfonos con camarita, cervezas poco les importa lo que se dice arriba de los escenarios, solo quieren mostrarse cerca del rock, vendernos que son como nosotros, o como lo que fuimos nosotros. Divinas y populares, las multipartidarias del rock. Y de la misma forma que en los noventa escuchábamos a Viejas locas o La Renga y nos parecía que leíamos el diario en nuestro equipo de música, hoy muchos hacen lo mismo en su I-pod con Arjona, eso si, con mucha menos poesía.
Y así estamos, hoy hablamos del sonido de las guitarras, del golpe del bajo, de los efectos del Hammond. Cero letras. Y si no, nos apropiamos y destruimos géneros e idiosincrasias que no nos pertenecen (ni nunca nos van a pertenecer) como el reggae, el hip-hop o el candombe. Tres sonidos denostados por la argentinidad al palo. Imaginen a Bob Marley, Peter Tosh, Eduardo Mateo y Tito Puente sentados en una mesa, sonriendo y gritando “Me fascina la parrilla y la Quilmes “.
Bienvenidos al Caracol Sordo, una caprichosa historia del rock que iré desasnando junto a un par de compañeros que se iran sumando y que también será la antesala de muchas novedades que tomaran forma en el universo Squenun durante este año.


"Los periodistas hablan de gente que no sabe tocar desde gente que no sabe escribir para gente que no puede entender"
F.Z

1 comentario:

Anónimo dijo...

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